domingo, 31 de agosto de 2008

Dios=Él


La dominancia de lo masculino sobre lo femenino es un aspecto con el cual tenemos que lidiar día a día las mujeres, y también los hombres. ¿Alguna vez se preguntaron, por ejemplo, por qué será que la mayor parte de los presidentes y de los gobernadores son varones? Mi intención no es quejarme ni hacer una larga lista de los defectos de la sociedad ni gritar enfurecida desde lo alto de un cerro con los brazos extendidos: “¡¿Por qué me tocó vivir en esta civilización?!”. Tampoco me interesa hacer una apología del feminismo. Simple y sencillamente me parece interesante prestarle un poco de atención a estas cuestiones.
Ejemplos de esta especie de machismo encontramos en casi todos los ámbitos. Hasta en el lenguaje mismo es posible captarlo. Tomemos un caso. Tenemos a una persona A (mujer) y a una persona B (hombre) y queremos nombrarlas en una misma palabra. La expresión utilizada podría ser, por ejemplo, “ambos”. Ahora bien, ¿por qué si tenemos a una mujer y a un hombre y nos queremos referir a ellos en un mismo término decimos “ambos” en vez de “ambas”? ¿Por qué no habrá una forma intermedia que permita decir “él” y “ella” en un mismo vocablo?
Hay palabras que ni siquiera admiten forma femenina en el lenguaje: “profesora” en francés o “médica” en italiano no existen. Hay otras que siendo usadas en femenino difieren bastante de su significado en masculino: la palabra “puta” se utiliza para nombrar a una mujer que ofrece su cuerpo a cambio de dinero; sin embargo, “puto” se usa en un sentido distinto.
También tenemos ejemplos de este tipo en el deporte. ¿Por qué será que a las mujeres (o, por lo menos, a la gran mayoría de las mujeres) nunca nos enseñaron a jugar al fútbol cuando éramos chicas? ¿Será que somos menos habilidosas con las piernas o que no estamos “diseñadas” genéticamente para el deporte como lo están los varones?
En cuanto al terreno político, tan sólo recordemos cuándo empezó a votar el hombre y cuándo la mujer. Ni siquiera es necesario nombrar las atrocidades que se cometen contra las mujeres en el mundo islámico.
En fin, creo que muchas mujeres coincidimos en que muchas veces quedamos sometidas a una posición de inferioridad con respecto al hombre. Me inclinaría a pensar que esto se debe a una cuestión histórico-social que se viene arrastrando desde hace siglos, pero la pregunta es: ¿por qué?




Esta nota, ahora levemente modificada, fue publicada en la revista Circunstancia. Es lo que tenemos del CNBA en el 2006, de la mano del compañero Luciano Salerno (eso sonó muy peronista).

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